Scéla Mucce Maic Dátho (El cerdo de Mac Datho)

La saga El cerdo de Mac Datho, recogida en un manuscrito del siglo IX a.de.C., trata de sucesos muy anteriores, que ocurrieron antes del llamado "periodo heroico", que empezó en los años
inmediatamente anteriores a la era cristiana y continuó durante un tiempo después de ella. Muchos de los personajes que aparecen en esta historia son también actores en otras sagas y romances: Conall y Ailill son los consabidos líderes de Ulster y Connacht, pero el rey de Leinster es aquí Mesroda Mac Datho, no su hermano Mesgegra, que aparece en El sitio de Howth, y el guerrero-campeón de Ulster no es aquí Cú Chulainn, sino su camarada de más edad, Conall Cernach. De hecho, esta es una de las pocas sagas del Ciclo del Ulster donde no aparece el joven guerrero Cú Chulainn.

La historia dramatiza la pugna, a menudo armada, por conseguir la porción del campeón (curadmír), el mejor y más exquisito trozo de carne en un banquete. El texto aquí reproducido es el recogido en el Book of Leinster, según la edición de Windisch, con algunos pasajes de MS Rawlinson. Existe una versión ligeramente diferente, la de Kuno Meyer en Anécdota oxoniensia, tomada del manuscrito de Rawlinson del siglo XV. El texto, siguiendo las arcaicas pautas indoeuropeas (y entre ellas las célticas), se halla básicamente en prosa pero con partes en verso. En la versión aquí presentada, los pasajes en verso han sido convertidos a prosa.

El estilo del cuento es también el de esos arcaicos textos célticos, pero aún, si cabe, más crudo y primitivo, aunque la excesiva sobriedad se halla mitigada por frecuentes toques de humor. La única presencia de seres o hechos sobrenaturales ocurre en el manuscrito de Rawlinson. La historia se presente a continuación.


        Había una vez un famoso rey en Leinster, Mac Datho era su nombre. Él tenía un sabueso; el sabueso defendía todo Leinster. El nombre del sabueso era Ailbe, e Irlanda estaba llena de su nombre.
        Llegaron mensajeros de Ailill y Medb pidiendo el sabueso. Y al mismo tiempo llegaron también mensajeros de Conchobar Mac Nessa para pedir ese mismo sabueso. Todos fueron bienvenidos, y llevados a él en la sala. Esa era una de las seis salas que había en Irlanda, las otras eran la sala de Da Derga, en el territorio de Cualu; la sala de Forgall Manach y la sala de Mac Dareo, en Brefne; la sala de Da Choca, en el oeste de Meath, y la sala del terrateniente Blai, en Ulster. Había siete puertas en esta sala, y siete pasajes hacia ellas, y siete fuegos de hogar, y siete calderos, y un buey y un cerdo salado en cada caldero. Cada hombre que llegaba metía su tenedor en un caldero, y lo que sacaba era su porción. Si no obtenía nada en ese primer intento se quedaba sin comer.
        Condujeron a los mensajeros hasta él, en su casa, para que pudiera conocer sus peticiones antes de la fiesta. Ellos expresaron su mensaje.
        - Hemos venido de Ailill y Medb para pedir el sabueso - dijeron los enviados de Connacht - y serán entregadas tres veces cien vacas lecheras de inmediato, y un carro de combate con dos caballos, el mejor de Connacht, y, por añadidura, al final de un año regalos equivalentes a estos.
        - Nosotros venimos de Conchobar, también para pedirlo - Expusieron los mensajeros de Ulster - y el valor de Conchobar como amigo no es menor, os dará también tesoros y ganado, y los mismos regalos tras un año, e íntima amistad como resultado.
        Tras esto Mac Datho cayó en un total silencio y permaneció así durante un día entero sin beber, sin comer, sin dormir, moviéndose de un lado a otro. Entonces dijo su esposa:
        - Llevas mucho tiempo ayunando. Hay comida a tu lado pero no la comes, ¿Qué es lo que te preocupa?
        No contestó a ala mujer, y entonces la mujer dijo:
        - Insomnio cayó sobre Mac Datho en su casa. había algo que meditaba pero que no contaba a nadie. Él me da la espalda y se vuelve contra la pared, el guerrero de dos fianna de fiero valor, causa preocupación a su prudente esposa el que su esposo no pueda dormir.
        El hombre Crimthann Nia Nair dijo: - No le cuentes tu secreto a las mujeres. El secreto de una mujer no es bien guardado. Un tesoro no es dado a guardar a un esclavo.
        La mujer:
        - Incluso a una mujer deberías hablar si algo no estuviera bien. Una cosa que tu mente no puede penetrar la mente de otro puede penetrar.
        El hombre:
        - El sabueso de Mesroeda Mac Datho, funesto fue el día en que ellos vinieron a pedirlo. Muchos hombres caerán por causa de él. Las luchas por ello serán más de las que pensamos.
        - A no ser que él sea entregado a Conchobar, ello será sin duda un acto propio de un patán; sus ejércitos no dejarán detrás ni ganado ni tierras.
        - Si no es entregado a Ailill, él dejará un montón de cadáveres a lo largo del país. El hijo de Matach nos llevará a todos, él nos convertirá en meras cenizas.
        La mujer:
        - Tengo un consejo para ti. No soy muy mala para dirigir asuntos. Dáselo a ellos los dos, no importa quién caiga a causa de ello.
        El hombre:
        - El consejo que tú ofreces no me hace feliz, pero es buena ayuda para mí.
        Después de eso, él se levantó con un gesto.
        - ¡Vamos entonces! - dijo - para entretener bien a los huéspedes.
        Estuvieron con él tres días y tres noches, y los mensajeros de Connacht fueron convocados ante él en privado:
        - He estado perplejo y con dudas - anunció él - hasta que tuve claro que debería dar el sabueso a Ailill y Medb y dejar que vengan a recibirlo formalmente; tendrán comida y bebida, y bienvenida, y se llevarán el sabueso.
        Ellos se sintieron complacidos por esta íntima conversación.
        Entonces fue hacia los mensajeros de Ulster:
        - He cesado de tener duda alguna - explicó - en dar el sabueso a Conchobar, y dejar que él y los nobles de Ulster vengan por él. Recibirán regalos y serán bienvenidos.
        Ellos oyeron esto con placer.
        Los del este y los del oeste pidieron cita en la misma fecha. Y la cumplieron. En el mismo día viajaron las dos provincias de Irlanda hasta la puerta de la sala de Mac Datho. Él mismo salió a recibirles.
        - ¡Oh héroes! ¡Bienvenidos! ¡Entrad en casa!
        Entraron en la sala, y la mitad de la casa fue asignada a los de Connacht y a otra mitad a los de Ulster. Y la casa no era pequeña. Tenía siete puertas y cincuenta camas entre cada dos puertas. Esos no eran los rostros de amigos en una fiesta, porque muchos habían combatido o herido a los otros. Había habido guerra entre ellos desde trescientos años antes del nacimiento de Cristo. El cerdo de Mac Datho fue entonces sacrificado para ellos. La leche de tres veces veinte vacas lo había engordado durante siete años. Pero había sido criado con veneno, ya que por él tuvo lugar la masacre e los hombres de Irlanda.
        Trajeron el cerdo, cuarenta bueyes lo arrastraron a él y a otros alimentos. El propio Mac Datho actuaba como mayordomo.
        - Bienvenidos -  les dijo -  no hay otra mesa tan suplida como esta. Novillos y cerdos no faltan en Leinster. Y si falta algo, mañana serán sacrificadas nuevas reses-
        - El cerdo es sabroso - dijo Conchobar.
        - Es ciertamente bueno - dijo Ailill.
        - ¿Cómo lo dividiremos, Conchobar? ¿Cómo? - preguntó Bricriu mac Carbaid - aquí están los más valerosos guerreros de Irlanda, y será dividido de acuerdo a hechos y hazañas y trofeos. Cada uno de vosotros ha atizado un golpe en las narices a otro antes de ahora.
        - Hagámoslo así - respondió Ailill.
        - Muy apropiado - dijo Conchobar -. Ya que tenemos aquí jóvenes guerreros que más de una vez luchando han cruzado las fronteras.
        - Hoy vas a necesitar a tus jóvenes guerreros, ¡oh Conchobar! - advirtió Senlaech Arad de Conalad Luachra en el oeste.
        - Tú has dejado muchas veces un gordo novillo de los tuyos yaciendo muerto en tierra sobre su espalda en los caminos de Luachra Dedad.
        - Fue un novillo aún más gordo el que ti dejaste tras de ti, o sea tu hermano, Cruachniu mac Rúadluim de Cruachan Conalad.
        - Él no era mejor -  dijo Lugaid mac Cúrói - que el gran Loth, hijo de Fergus mac Léti, que fue muerto por Echbél mac Dedad en Tara Luachra.
        - ¿Qué piensas tú de esto - Preguntó Celtchair mac Uthechair - de mí dando muerte a Conganchness mac Dedad y cortando su cabeza?
        Sin embargo, ocurrió que entre ellos un particular guerrero, Cet mac Matach, adquirió supremacía sobre todos los hombres de Irlanda. Más aún, el hizo alarde de su valor superior al resto y tomó un cuchillo en sus manos y se sentó al lado del cerdo.
        - ¡Busquemos ahora entre los hombres de Irlanda - dijo - alguien que se atreva a combatir conmigo, o si no, dejad que yo divida el cerdo!
        Los hombres de Ulster se sumieron en silencio.
        - ¿Ves eso, Loegaire? - preguntó Conchobar - ¡Es intolerable! Que Cet divida el cerdo ante nuestros ojos.
        - Para un momento, Loegaire, para que pueda hablar contigo - dijo Cet -. Tenéis una costumbre en Ulster - continuó Cet - que cada joven que es armado caballero hace de nosotros su objetivo. Os dirigís a la frontera y allí os confrontamos. Dejáis atrás el carro de combate y los caballos. Tú mismo retrocediste con una lanza clavada en tu cuerpo. No conseguirás el cerdo de esa manera.
        Y el otro se sentó.
        - Es intolerable - dio un alto y bien parecido guerrero que se había levantado de su asiento - que Cet divida el cerdo ante nuestros ojos.
        - ¿A quién tenemos aqui? - preguntó Cet.
        - Él es un guerrero mejor que tú - contestaron ellos -; el es Oengus mac Láma Gábuid de Ulster.
        - ¿Por qué se llama su padre Lam Gábuid? - Preguntó Cet.
        - ¿Por qué preguntas?
        - Yo sé por qué - contestó Cet - una vez marchó hacia el este. La alarma corrió alrededor de mí. Llegaron muchos, y Lam entre ellos. Él arrojó su gran lanza contra mi. Yo a lancé de nuevo contra él, y le seccionó una mano, que cayó al suelo. ¿ Qué podría inducir a su hijo a combatir conmigo?.
        Oengus se sentó.
        - Continuad la contienda verbal - dijo Cet - o si no, dejad que divida el cerdo.
        - Es intolerable que tú tengas preferencia para dividir el cerdo - exclamó un fornido guerrero de Ulster.
        - ¿A quién tenemos aquí? - preguntó Cet.
        - Ese es Eogan mac Durthacht, rey de Fernmag - respondieron ellos.
        - Lo he visto anteriormente - dijo Cet.
        - ¿Dónde me has visto? - preguntó Eogan.
        - A la puerta de tu casa, cuando me llevé un hato de tu ganado. La alarma corrió por el campo alrededor de mí. Tú acudiste a las llamadas. Tú arrojaste una lanza que chocó contra mi escudo. Yo la arrojé de vuelta contra ti, y te dio en la cabeza y te sacó un ojo. Está a la vista que eres tuerto. Yo fui quien te privó del ojo que te falta.
        Tras ello, el otro se sentó.
        - Preparaos ahora , hombres de Ulster, para continuar la competición verbal - siguió Cet.
        - Tú no lo vas a dividir aún - dijo Munremor mac Gergind.
        - ¿No es ese Munremor? - Preguntó Cet-. Yo soy quien limpió por última vez sus lanzas en Munremor?. No ha pasado aún un día completo desde que tomé y llevé tres cabezas de guerreros de tu tierra, y entre ellas la de tu hijo mayor.
        Tras ello el otro se sentó.
        - ¡Que siga la competición! - gritó Cet.
        - ¡Eso vas a ver! - Dijo Mend mac Sálchocán.
        - ¿Quién es este? - Preguntó Cet.
        -  Mend - respondieron ellos.
        - ¡Qué vendrá después! exclamó Cet - Hijos de patanes con un alias por nombre a competir conmigo, porque fue de mí de quien tu padre obtuvo ese nombre. Yo fluí quien le cortó un pie con mi espada, y así se fue solo con uno cuando se separó de mí. ¿Que pudo haber inducido al hijo de un cojo con un solo pie a pelear conmigo?
        Entonces el otro se sentó.
        - ¡Que siga la competición! dijo Cet.
        - Eso vas a ver - dijo un alto, canoso y muy terrible guerrero de Ulster.
        - ¿Quién es ese? - dijo Cet.
        - Este es Celtchair mac Uthechair - contestaron ellos.
        - Para un momento, Celtchair - dijo Cet - a no ser que tengamos que comenzar a combatir al instante. Yo llegué, Celtchair, hasta la puerta de tu casa. Alrededor de mí se extendió la alarma. Llegaron todos. Y tu también. Saliste a la puerta y me arrojaste una lanza. Yo te lancé otra que atravesó un muslo y parte de tus piernas. Tú has tenido una ... Enfermedad desde entonces. Desde ese día, ni hijo ni hija ha sido engendrado por ti. ¿Que te podría animar a pelear conmigo?.
        Acto seguido el otro se sentó.
        - ¡Que siga la competición! - dijo Cet.
        - Eso tendrás - respondió Cúscraid Mend Macha, el hijo de Conchobar.
        - ¿Quién es ese? - Preguntó Cet.
        - Cúscraid - Contestaron ellos -. A juzgar por su apariencia, tiene porte real.
        - No gracias a ti - Repuso el muchacho.
        - Bueno dijo Cet -, tú fuiste quien vino a nosotros para tu primera hazaña armada. Tuvimos un encuentro en la frontera. Tú dejaste una tercera parte de tus tropas detrás; así te fuiste, con una lanza clavada en tu garganta, de modo que ya no puedes pronunciar una palabra articulada; porque la lanza hirió los tendones de tu cuello, y de ahí, desde entonces, tu sobrenombre de Cúscraid el Tartamudo.
        Y ridiculizó de esta manera a la provincia.
        Entonces, mientras él hacia florituras en el cerdo con su cuchillo, vieron cómo entraba Conall Cernach.
        Se dirigió al centro de la casa. Los hombres de Ulster le dieron una sonora bienvenida. Conchobar se quitó entonces la caperuza de su cabeza y e hizo un gesto de saludo.
        - Me alegra que mi porción esté ya lista - dijo Conall.
        - ¿Quién es ese que está dividiendo las porciones?.
        - Esa tarea le ha sido asignada, tras ganar en la competición - Explicó Conchobar - o sea, a Cet mac Matach.
        - ¿Es correcto - preguntó Conall - que seas tú quien divida las porciones?
Entonces contestó Cet:
        - ¡Bienvenido Conall! Corazón de roca, fiera masa de fuego resplandeciente, brillantez de hielo, roja fortaleza de ira! Bajo el pecho del guerrero que inflige heridas veo ante mí al hijo de Findchoem.
        Conall respondió:
        - ¡Saludos Cet!, ¡Cet mac Matach, gran guerrero, frío corazón, fuerte sobre tu carro de combate en as batallas, mar golpeante, bello toro de pelea, Cet mac Magach!. La decisión fina será hecha en nuestro encuentro y nuestra separación. Será una hermosa saga en Fer m-brot, habrá buenas noticias en Fer Manath, los héroes verán un león fiero en batalla; esta noche en esta casa habrá una dura lid.
        - ¡Levántate del cerdo! -  ordenó Conall.
        - ¿Pero qué puedes tú aportar a la contienda? - pregunto Cet.
        - ¡Es apropiado - respondió Conall -. que tú me retes! Acepto tu reto a combate individual, Cet - continuó Conall -. Juro por los dioses por los que jura mi tribu que desde que tomé por primera vez una lanza en mis manos no he dormido casi nunca sin una cabeza de un hombre de Connacht bajo mi almohada, y sin haber herido a un hombre cada día y cada noche.
        - Es cierto - dijo Cet -. Tú eres un guerrero mejor que yo. Si Anlúan estuviera en la casa él te ofrecería una contienda mejor aún. Es una lástima que no esté aquí.
        - Mas él si está - dijo Conall, sacando la cabeza de Anlúan de su bolsa y lanzándola al pecho de Cet con tanta fuerza que un chorro de sangre brotó de sus labios.
        Cet se levantó entonces del cerdo, y Conall se sentó al lado de él.
        - ¡Que vengan otros a la competición! - retó Conall.
        - No hubo entre los guerreros de Connacht uno solo que se atreviera. Formaron con sus escudos una muralla en círculo alrededor de él para protegerle. Conall fue entonces a dividir el cerdo, puso la punta del rabo en su boca y esa fue la división. Devoró los jamones (una porción para nueve hombres) hasta que no quedó nada de ellos.
        Más aún, no les dio a los hombres de Connacht más que las dos patas delanteras. Entonces los hombres de Connacht pensaron que su porción era pequeña. Saltaron de sus asientos, y los hombres de Ulster también saltaron, y se acercaron. Entonces comenzaron los golpes de espada y de lanza hasta que se formó un montón en el suelo de la casa que llegaba a la mitad de la pared, y ríos de sangre fluían a tavés de las puertas. Salieron afuera, y la batalla continuó allí con gran fiereza. Entonces, Fergus arrancó de raíz un gran roble que allí crecía, y lo blandió contra ellos. Y siguieron luchando.
        Mac Datho llevó su perro y lo soltó entre ellos para averiguar cuáles escogía por instinto. El sabueso escogió a los hombres de Ulster, y él lo envió a atacar a los hombres de Connacht (porque los hombres de Connacht habían sido derrotados). Dicen que fue en los llanos de Ailbe donde el perro asió el eje del carro de combate donde iban Aillil y Medb, Ferloga, el cochero, lo hendió en partes, lanzando su cuerpo a un lado, mientras que su cabeza quedó en el eje del carro. Dicen que Mag Ailbe obtuvo su nombre debido a ese incidente, ya que Ailbe era el nombre del perro.
        Su escapada los llevó hacia el sur, pasando por Bellaghmoon, Reerin, Áth Midbine en Mastiu, Drum Criach (hoy Kildare), Rathagan hasta Feighcullen y el vado de Mac Lugna y la colina de los dos llanos sobre el puente de Cairpre. En el vado de la cabeza del perro, en Farbill, la cabeza del perro cayó del carro, fue hacia el oeste por el brezal de Meta. Ferloga, el cochero de Aillil, saltó desde los brezos al carro de Conchobar, y desde atrás le agarró la cabeza.
        - Compra tu libertad - dijo.
        - Dicta los términos - respondió Conchobar.
        - No será mucho - señaló Ferloga -, o sea, que lleves contigo a Emain Macha y que las mujeres de Ulster y sus jóvenes hijas me canten una canción panegírica: "Ferloga es mi amado".
        Tuvieron que hacerlo, por miedo a Conchobar; y un año después enviaron a Ferloga hacia el oeste a través de Athone, con un par de caballos de Conchobar, con bridas doradas.