La leyenda de San Adrián y Santa Natalia

Adrián era un centurión de la milicia imperial en tiempos del emperador Maximiliano; estaba casado con la noble Natalia y, siendo pagano, su conversión se produjo mientras custodiaba a treinta y tres cautivos cristianos a los que conducía camino del martirio. Les preguntó por la recompensa que pensaban obtener a cambio del martirio que iban a recibir y ellos le contestaron que sólo esperaban alcanzar la gloria que su dios les había prometido, lo convencieron inmediatamente y, abrazando entusiasta la fe de aquellos valientes, los puso en libertad, pero él fue prendido a continuación por orden directa del emperador y presionado a revelar dónde los había escondido, algo a lo que se negó el neófito. Para que confesara, no sólo fue sometido a los más atroces tormentos, sino que los sicarios trajeron a su esposa, que también era cristiana, aunque lo había mantenido en secreto, para que los presenciara e intercediera en favor de su confesión.

Pero los planes de las autoridades paganas se vieron destrozados cuando Natalia, lejos de intentar convencer a su marido para que abandonase su obcecación, comenzó a darle ánimos para que resistiera a toda costa los suplicios a los que lo sometían, pensara sólo en los bienes celestiales que le esperaban. Los verdugos, finalmente cortaron las manos a Adrián y el mártir murió desangrado, mientras Natalia tomaba una de ellas y la escondía disimuladamente entre su ropa.

Al poco tiempo, la esposa viuda tuvo que huir con otros cristianos para evitar su prendimiento. Con la mano de su difunto marido como único equipaje, se embarcó en una nave que pronto tuvo que enfrentarse a una espantosa tormenta. Fue entonces cuando la mano de San Adrián tomo el mando de la nave y, con sus movimientos, guió a los marineros hasta dejarlos en lugar seguro. Natalia regresó donde había depositado el cuerpo de su esposo, puso la mano cortada junto al cadáver y, despidiendose de los que la acompañaban, se abrazó al muerto y entregó en silencio su alma a Dios. Sus compañeros los enterraron juntos y la Iglesia proclamó también mártir a la esposa fiel.